Tuesday, March 3, 2009

Matando al Ego

La palabra ego es una palabra proveniente del latín, que significa "yo". Por tanto, el 'egocentrismo' no es más que el hecho de centrar toda tu existencia alrededor del "yo".

Reconozco mi problema: soy muy egocéntrico. Dios me ha regalado muchos triunfos académicos, y fue El quien me permitió graduarme de la Alemana y proseguir mis estudios en Australia, y terminar mi carrera haciendo Honours. Lamentablemente, en mi humanidad, he considerado esos triunfos como míos, como fruto de mi propio esfuerzo y por tanto, digno del reconocimiento público.

A pesar que si poseo virtudes académicas, esas virtudes me fueron dadas por Dios y no fueron creadas por mi mismo. Me envanezco a veces recapitulando mis pasados triunfos académicos (aún en el trabajo), saboreando los laureles de la victoria, emborrachándome en orgullo y vanagloria. Fallo en reconocer que todo lo que tengo, Dios me lo ha proporcionado, aún mi capacidad de triunfar en la academia, asi como Dios regala un sin fin de virtudes y dones a cada persona.

Dios, al conocerle, me ha humillado de la manera más dulce, para que pueda darme cuenta que es El quien me provee y no soy yo, y por tanto la gloria es para El y no para mí. Resulta que al leer la Biblia me encuentro a veces en la posición de analizar lo escrito como si fuera otro libro más, como si el estudio de la Divinidad fuera una rama más del saber, negando así que la Biblia contiene la sabiduría capaz de cambiar mi vida. En pocas palabras, me estaba volviendo fariseo, leyendo la Biblia por sus virtudes académicas más que por sus frutos espirituales en mí.

Fue hasta que un día confesé de rodillas que la Biblia no es un mero tratado en teología, sino la Palabra Viva que es capaz de cambiar mi vida... fue entonces que comprendí que el mensaje de la Biblia es para mí, asi como para cualquier ser humano, capaz de humillar nuestro egocentrismo ante la Majestad de las Alturas.

En verdad, yo no soy nada sin Dios, ya que él me ha proveído absolutamente todo lo que tengo: no sólo bendiciones materiales, sino lo más importante, bendiciones espirituales, tales como haber sido salvado de mi pasado oscuro, tener victoria sobre mi rebeldía, poder ser llamado Hijo de Dios.

Al final del día reconozco que la sabiduría humana no conduce a nada, y es eso mismo lo que constituye la paradoja: ¿de qué exactamente he de gloriarme?. Solo cuando uno reconoce nuestra posición de bajeza delante de Dios es cuando la sabiduría de Dios es hecha magnífica en Cristo Jesús.

Pablo es del mismo pensar, en su 1era carta a los Corintios (1:18-31):
Me explico: El mensaje de la cruz es una locura para los que se pierden; en cambio, para los que se salvan, es decir, para nosotros, este mensaje es el poder de Dios. Pues está escrito:

«Destruiré la sabiduría de los sabios;
frustraré la inteligencia de los inteligentes.»

¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época? ¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo? Ya que Dios, en su sabio designio, dispuso que el mundo no lo conociera mediante la sabiduría humana, tuvo a bien salvar, mediante la locura de la predicación, a los que creen. Los judíos piden señales milagrosas y los gentiles buscan sabiduría, mientras que nosotros predicamos a Cristo crucificado. Este mensaje es motivo de tropiezo para los judíos, y es locura para los gentiles, pero para los que Dios ha llamado, lo mismo judíos que gentiles, Cristo es el poder de Dios y la sabiduría de Dios. Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana.


Hermanos, consideren su propio llamamiento: No muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; ni son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna. Pero Dios escogió lo insensato del mundo para averg0.nzar a los sabios, y escogió lo débil del mundo para avergonzar a los poderosos. También escogió Dios lo más bajo y despreciado, y lo que no es nada, para anular lo que es, a fin de que en su presencia nadie pueda jactarse. Pero gracias a él ustedes están unidos a Cristo Jesús, a quien Dios ha hecho nuestra sabiduría —es decir, nuestra justificación, santificación y redención— para que, como está escrito: «Si alguien ha de gloriarse, que se gloríe en el Señor.»

A fin de cuentas, ni aún Einstein ni Nietzsche, ni Galileo ni Aristóteles pueden gloriarse de su inteligencia, ya que la inteligencia humana per se no puede entender a la Divinidad. Y es ahí donde Dios humilla al humano soberbio: sólo a aquellos a quienes Dios salva son capaces de entender y conocer a Dios mismo, no por medio de sabiduría humana, sino por medio de la sabiduría divina que viene de Cristo Jesús. Y esa sabiduría se recibe por gracia, no por mérito propio.

De la mano de Pablo, en la misma carta a los Corintios (2:14-16):

El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque

«¿quién ha conocido la mente del Señor
para que pueda instruirlo?»

Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.



Yo no quiero que mi vida circule alrededor de mi mismo o de mi capacidad sapiencial o analítica - yo quiero que lo haga alrededor de Dios, quién merece ser el centro de toda mi existencia. Sólo cuando me despojo del egocentrismo idiota que me ciega la mente es que puedo darme cuenta de nuevo de lo grandioso que Dios es.

Por eso debo seguir matando mi ego, y abrazando la majestuosa identidad de Aquel que Ama mi Alma, Dios mismo.

Soli Deo Gloria! (A Dios sea toda la Gloria)

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