Sunday, February 10, 2008

De identidades culturales...

Caminando por la vida he tenido la oportunidad de conocer gente del maravilloso subcontinente hindú. Creo que eso se debe al hecho que mis rasgos faciales y el color de mi piel guardan una clara -y accidental- semejanza con la mayoría de gente de ascendencia hindú, lo que hacen a todos suponer que soy de India. Muy notablemente -desde que llegué a Australia- gente de la misma India se me ha acercado y me ha preguntado de que región del subcontinente soy nativo.

Fue así como conocí a un buen amigo de la región de Kerala -provincia al suroeste de India-, quien me confundió con alguien de su provincia. Como si fuesemos hermanos lejanos de sangres distintas nos hicimos buenos amigos, y platicabamos de las diferencias culturales, no solo entre India y Australia, sino entre India y Latinoamérica.

India es un país multilingue, y a pesar que el idioma oficial es el hindi, cada región de la India tiene su propio idioma local, que parece no guardar relación semántica con las otras lenguas de las provincias adyacentes. Mi amigo en cuestión me confesaba que no había aprendido a hablar hindi, y que por tanto no podía ir a la capital de la nación, ya que en Nueva Delhi el idioma que se habla es el oficial, el hindi. Por lo tanto, su mayor desenvolvimiento fue en su provincia, donde hablaba su idioma natal -el tamil-, además del inglés.

De lo que me comentó pude ver que el sentimiento de India hacia su identidad nacional es bastante distinta: cada provincia tiene su propia cocina, su propia lengua, su propia vestimenta, su propia cultura -por decirlo así-, aun su propia distribución de creencias -el balance entre el cristianismo, el hinduísmo y el islam. No les une nada de lo que 'normalmente' definiría a una nación, a excepción de un pasado común (y a veces ni eso), y de ser parte de un gobierno democrático pluralista.

Es muy interesante, porque es eso precisamente lo que hace India lo que es: un país pluralista, un país que engloba diferencias increíbles dentro de si misma, un país que abraza la diversidad de sus habitantes. Un país exquisito, un país atrayente, un país exótico, un país que a pesar de sus diferencias vive en armonía consigo mismo, un país que se enorgullece de su pluralismo.

El Salvador, por el otro lado, guarda una identidad nacional definida y conclusa. Aun el mismo malinchismo salvadoreño es el estandarte de su propia cultura híbrida, la nación que se enorgullece de sus pupusas, de sus tradiciones católicas, de su lucha por la estabilidad, de su legado amerindio y español. Lo más interesante es que -muy al contrario de India- El Salvador tiene una marcada identidad regional y supranacional, no sólo como parte de Centroamérica, sino hasta como Latinoamérica. A lo que me refiero es que a pesar que el pasado amerindio de cada región latinoamericana fue distinto, el sincretismo y la colonización homogenea del español sobre las Indias Occidentales nos ha creado una identidad supranacional: nos une lengua, nos une lucha, nos une el deseo de prosperar, nos une historia más o menos común.

Aun en la misma Latinoamérica hay un marcado sincretismo cultural supranacional: se oyen mariachis en Costa Rica, se baila salsa en Ecuador, y se escucha música andina y cumbia en El Salvador.

¿Pero será que Latinoamérica de veras aprovecha su unidad linguistica, histórica y cultural o es que no nos importa? Luego vemos a una India rica en cultura y en su unidad en diversidad, mientras que en Latinoamérica .... ¿de plano estamos tan unidos en nuestra identidad? ¿En Centroamérica, alguna vez podremos aprovechar el hecho que nos une historia y raices en común? ¿En El Salvador, aprovecharemos nuestra identidad cultural para dejar atrás el coqueteo al gigante anglosajón, y enorgullecernos de Atlacatl y de la herencia del Señorio de Cuscatlán o de las tribus lencas, chortís y cacaoperas?

Más información sobre la identidad nacional de India:
http://www.elmundo.es/papel/2007/08/17/opinion/2180116_impresora.html

Saturday, February 2, 2008

Two Years in Australia, mate!


Sentado junto a la ventana me admiraba ver el atardecer sobre el glorioso Océano Pacífico. Ibamos viajando hacia el oeste, como si lo hicieramos con el sol, aunque el sol nos ganaba ya la carrera, porque hacía un par de horas atrás era mediodía en Los Angeles, pero ya era atardecer del día siguiente en el Pacífico occidental.


Ahi iba yo, temeroso, ansioso, muy emocionado, pero un tanto triste. Atrás, en algún lugar al noreste de donde me encontraba, ahí estaba mi mundo conocido, mi lengua de casa, mis pasados diecinueve años de vida. Atrás quedaban los recuerdos, las amistades, la familia, la casa, mi cama, mi país, mi pasado.


Pero enfrente de mí, al extremo suroccidental del Océano Pacífico estaba mi futuro -al menos por los próximos tres años- mis estudios, mi nuevo hogar temporal, mis nuevos amigos, mi carrera y hasta mi crecimiento espiritual. Ahí adelante estaba un lugar incógnito por descubrir, y no por nada le apodaban “Terra Australis Incognita”, el primer nombre con el que los almirantes europeos designaban ese pedazo de tierra en el extremo sur del Pacífico.


¿Que aventuras me aguardarían? ¿Me gustaría Australia? ¿Me gustará de plano mi carrera o solo la idealizo? ¿Como sobreviviré tanto tiempo fuera de casa? ¿Como regresaría a El Salvador?


Mi mente ebullía para entonces. Y yo creo que fue por esa razón que aun tengo en la memoria ese glorioso atardecer sobre las Islas Fiji en el Pacífico, cuando el sol moría sobre el horizonte del oeste, mientras yo acompañaba semejante espectáculo con alguna de las sinfonías de Beethoven o algun otro compositor clásico. Fue en ese vuelo 8 de QANTAS, ese puente aéreo entre Los Angeles y Sydney, donde yacía sentado hace dos años, a punto de entrar en la siguiente faceta de mi vida, un nuevo capítulo de mi historia a punto de ser escrita.


Dos años después aun recuerdo mi llegada al Aeropuerto de Kingsfordsmith en Sydney, después de catorce horas volando, donde mi hermano estaba esperando para darme la bienvenida oficial a Australia, un viernes 3 de Febrero de 2006.


Tantas cosas han pasado en dos años, y solo le agradezco a Dios la hermosa experiencia que ha sido venir hasta Terra Australis Incognita, mi segundo hogar. Tantas sonrisas, tantas historias, tantas lluvias, tantas lágrimas, tantas carcajadas, tanto que he aprendido, tanto que contar...


Dos años en esta hermosa tierra :D ¡pero siempre llevo en el alma a mi Tierra Querida!